Unas ferias pedagógicas


Las Misiones tenían varias versiones: biblioteca, gramófono, cine... A Cifuentes le tocó la más difícil de  trasladar e instalar por su naturaleza espectacular, la de museo, que contaba con catorce grabados de Goya, así como copias de cuadros de grandes pintores.

La importancia que ha tenido la mítica Institución Libre de Enseñanza en el desarrollo educativo y cultural de España es indiscutible, aunque, tal vez, su influencia directa o indirecta no pudo calibrarse hasta tiempo después de su desaparición. Sirva de ejemplo la vieja aspiración de institucionistas tan determinantes como Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío de desarrollar unas misiones ambulantes, la cual se vio concretada en 1931 con la aprobación de un decreto mediante el que se creaba el Patronato de Misiones Pedagógicas, presidido precisamente por Cossío, con el fin de llevar a todos los rincones de España, especialmente a los pueblos, «la cultura general, la moderna orientación de las escuelas y la educación ciudadana» y así intentar hacer partícipe a toda la sociedad de la cultura y de la modernidad que ya se respiraba en las ciudades.

Este emblemático proyecto de la Segunda República, que contó con más de quinientas personas voluntarias entre las que se encontraban intelectuales, artistas y docentes, visitó nuestra provincia varias veces entre 1932 y 1936, siendo la misión más querida para mí la llevada a cabo en Cifuentes entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre de 1932 −coincidiendo con la celebración de las tradicionales ferias de ganado de san Simón y san Judas−, adonde acudió el poeta de la generación del 27 Luis Cernuda.

Un año antes, se había inaugurado el grupo escolar de la villa ubicado en el antiguo convento de san Francisco, edificio desamortizado que se había rehabilitado para su uso como escuela. La descripción del nuevo establecimiento educativo nos traslada a cuatro grandes aulas bien iluminadas, despachos para los profesores y profesoras, baños con lavabos e inodoros, salón de conferencias y un amplio claustro cubierto en conexión con el área de recreo, convirtiéndolo, probablemente, en el más puntero de la provincia y, desde luego, citado como modelo a nivel nacional.

Traslado del Museo Circulante entre Cifuentes y Atienza. 1932. Fuente: Nuevo Mundo.

La inauguración se llevó a cabo por todo lo alto, con misa y bendición del cura, don Niceto, «lunch» por cortesía del Ayuntamiento y presencia del presidente de la Diputación y otras autoridades acompañadas por la banda municipal y un nutrido grupo de cifontinas y cifontinos. De entre quienes tomaron la palabra, la profesora Ortiz de Hervoso fue una de las más aplaudidas, representando en cierto modo lo que después significaron las maestras de la República respecto a los intentos de modernización del país (comenzando por rebajar las altas tasas de analfabetismo, sobre todo en las zonas rurales) y para las propias mujeres, particularmente niñas que encontraron en sus maestras nuevos referentes femeninos.

Una de las personas que con más entusiasmo acudió a tan destacable acto fue el diputado por Guadalajara y natural de Cifuentes, José Serrano Batanero. El inmenso reconocimiento que logró como jurista y como político se fue diluyendo tras su fusilamiento en 1940, a pesar de lo cual, para combatir tan injusto olvido, en el Ayuntamiento de Cifuentes existe una placa en su recuerdo donada por la asociación Arrebol. Su compromiso con la provincia de Guadalajara fue notorio y no es descabellado hipotetizar que estuvo detrás de la llegada del museo de las Misiones Pedagógicas ese año de 1932.

Las Misiones tenían varias versiones: biblioteca, gramófono, cine… A Cifuentes le tocó la más difícil de trasladar e instalar por su naturaleza espectacular, la del museo, que contaba con catorce grabados de distintas obras de Goya, así como copias a dimensiones reales de cuadros de Velázquez, Goya, el Greco, Murillo, Zurbarán, Ribera, Sánchez Coello, Berruguete, etc., haciendo de esta manera accesible a las gentes sencillas de los pueblos el Museo del Prado, que en el caso de Cifuentes quedó simbólicamente montado en las dependencias municipales.

El periódico provincial Flores y Abejas relató la bienvenida que Cifuentes dio a las Misiones, informando de que en esos días en los que la feria estaba resultado especialmente espléndida, «Se ha instalado con verdadero gusto un Museo artístico de carácter cultural en una sala de la Casa consistorial, siendo inaugurado por el diputado Sr. Serrano Batanero, tras la lectura de D. Ramón Gaya (…)». Gaya, pintor consagrado, era entonces un joven artista que pintó varias de las obras de ese Museo del Pueblo que transitaba con las Misiones Pedagógicas y que con verdadera emoción explicaba los matices de los lienzos y sus motivos, así como la vida de sus autores.

El éxito de las Misiones en Cifuentes no se debió solo a la acogida de sus habitantes y de su escuela, desde donde imagino a la maestra Ortiz de Hervoso y al resto del claustro del profesorado llevar a las niñas y niños a disfrutar de la belleza del arte y de las reflexiones que suscita; sino que también fue muy reseñable la asistencia de las gentes de los pueblos limítrofes y, una vez más, de sus escuelas, cuyos docentes no desaprovecharon la ocasión  de  mostrar a un alumnado que nunca había ido a un museo algunas de las obras cumbre de la pintura española.

De Cifuentes las Misiones Pedagógicas partieron hacia Atienza, donde igualmente fueron exitosas. Sin duda, el balance del museo circulante no pudo ser más alentador. Al marchar de los pueblos, se repartía entre la vecindad una especie de estampitas de los cuadros expuestos y se dejaban reproducciones fotográficas de gran tamaño para con ellas decorar las paredes de los ayuntamientos y, cómo no, de esas escuelas que tanto dignificaron la educación en su conjunto y de manera especial, la educación femenina.