Venezuela

03/08/2024 - 11:10 Jesús de Andrés

Fallecido Chávez en 2013, no deja de sorprenderme la ingenuidad de quienes albergaban la esperanza de vencer en las urnas al inmaduro Maduro.

Chávez llegó al poder como una promesa de renovación, de acabar con las desigualdades promovidas por el sistema venezolano. Teniente coronel del ejército venezolano, en 1992 dio un golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez cuyo fracaso provocó su encarcelamiento. Apenas dos años después, maldita sea la hora, fue indultado por el presidente Rafael Caldera. En 1998 se presentó a las elecciones con un discurso populista, contra la clase política, y ganó las elecciones. Nadie lo sacaría del poder, tan sólo un cáncer terminal. Heredó la hacienda Nicolás Maduro, hijo aventajado del dictador bolivariano, prototipo del hombre nuevo revolucionario creado por aquel sistema, mezcla del caudillismo latinoamericano más tradicional y del castrismo más primario.

Fallecido Chávez en 2013, no deja de sorprenderme la ingenuidad de quienes albergaban la esperanza de vencer en las urnas al inmaduro Maduro. Incapaz de gestionar un país, de desarrollar su economía, de generar bienestar, de hacer nada que no sea profundizar en la represión, el robo y la persecución de la oposición política, en la hoja de ruta de Maduro jamás ha estado la entrega del poder por mucho que perdiera las elecciones por el 30, el 40 o el 50 por ciento de diferencia con sus rivales. Todo apunta a que el resultado fue amañado, que se marcaron unos porcentajes para luego calcular el número de votos. No fue suficiente con impedir votar a los más de ocho millones de venezolanos en el exilio, rechazar candidaturas, perseguir a los opositores. No han sido suficiente los años de restricciones a la libertad de expresión, de cierre de medios de comunicación, de impedimentos para el ejercicio de la libertad. Si el pueblo dice no, poco importa, aquí resolvemos nosotros. 

Le pregunto a mi amigo Ángel M. Ramos, catedrático de matemáticas en la Universidad Complutense y guadalajareño insigne, su opinión sobre el hecho de que los resultados oficiales respondan a un exacto 51,2000 de Maduro frente al también exacto 44,2000 de Edmundo González y el más increíble y exacto 4,6000 del resto de candidatos (8 más en total). Me dice que los datos son extremadamente raros y poco creíbles. Las matemáticas no pueden demostrar cómo se produjo el fraude, pero haberlo hubo. En ninguna elección celebrada jamás se ha producido un resultado tan exacto, algo sólo posible si alguien decide asignar previamente un porcentaje exacto a cada candidato independientemente del número de votos producido. Las dictaduras no entregan el poder. Lo consiguen mediante golpes de Estado o autogolpes a los que llaman revoluciones, pero sólo pueden ser desalojadas del poder mediante revoluciones a las ellos mismos denominarán golpes de Estado. Qué dolor el de tantos venezolanos expulsados de su país, qué injusticia que los ladrones hayan arrasado con él. Malditos sean.