Veraneantes
La mayoría son “hijos del pueblo”, que cada año regresaban para pasar vacaciones y fiestas.
Hace años en los comercios, bares y restaurantes molineses los esperaban desde mayo como agua de julio y agosto. Pero el año pasado muchos lugareños los miraron con recelo, como si solo llegaran de Madrid para contagiar el covid. El presidente García-Page les atribuyó un 80 por ciento de las infecciones y en muchos pueblos el veraneante pasó a ser una especie de apestado, más allá de un incordio, como decían algunos abuelos: “¡Qué bien están los veraneantes cuando están lejos!”.
La mayoría son “hijos del pueblo”, que cada año regresaban para pasar vacaciones y fiestas. Un colega burgalés los ha clasificado en clave de humor en doce tipos. Empieza por los devotos de la Virgen del Puño, que olvidaron la cartera en su lugar de residencia, seguidos por los ‘aviadores’ (“había que limpiar el cementerio”, “había que…”) y los fisgones (“¿Cuánto vale una oveja?” “¿Cuánto te dan de la PAC?”…)
La clasificación continúa con el raterillo o veraneante que sale a pasear y cuando pasa al lado de un hortal o frutales aprovecha para aprovisionarse, y con el resentido, al que parece que todo el mundo le debe favores y le molesta todo: reloj, perros, gallos... Otro tipo curioso es el/la mosca muerta, casado/a con alguien del pueblo, que parece que no han roto un plato en su vida, pero cuando sale de fiesta sin su cónyuge se bebe dos cubatas y se dispara.
Les siguen en este compendio el cotilla contumaz, el reportero/camarógrafo (ahora con móvil) grabándolo todo, el morugo, que no saluda, no sale al bar ni se relaciona con nadie, y el que no se entera de nada, ni le interesa el pueblo y a veces mete la pata preguntando al viudo por su mujer.
La mayoría pueden estar en peligro de extinción. Pero seguro que queda alguno entre los llegados hace semanas, vacunados completos, para “dar una vuelta a la casa”, poner al día sus viviendas, cortar la maleza de puertas y patios, y limpiar para entrar a vivir. En breve veremos sus vehículos aparcados a la puerta descargando maletas y un sinfín de bolsas, botellas y táperes.