Vestirse para cantar

23/06/2024 - 12:54 José Antonio Alonso/Etnólogo

Actualmente, observamos una cierta tendencia de algunos grupos y asociaciones de música folk hacia la simplificación de la indumentaria, que viene dada por la comodidad y la adaptación a los nuevos gustos y estéticas.

Muchas veces nos ponemos a escribir y a hablar sobre la indumentaria tradicional, ese aspecto tan interesante de la cultura de nuestros ancestros. El tema es realmente atractivo  por muchos motivos: por la variedad de las prendas, por la riqueza de las telas y los materiales, por la forma de vestirlos, por el lugar que ocupan  dentro de los ritos y las fiestas, por su historia y evolución, por sus significados simbólicos. Hay grupos de baile y música que, hace tiempo que se preocupan de investigar sobre todo ello, también sobre los tocados, los peinados, las joyas, los amuletos, los calzados, y se esmeran por mostrarlo al público y lucirlo con dignidad complementando, de ese modo,  sus melodías y canciones, sus escenas rituales, sus bailes y sus  danzas.

Pero no, hoy no hablaremos de ese tipo de indumentarias ancestrales; apenas tendríamos espacio, ni siquiera para  hacer un pequeño esbozo; así es que he pensado en tratar de la indumentaria de los músicos, de los cantantes populares, de esas gentes del nuevo folklore que, hoy en día, se suben a los escenarios  o se juntan para ir de ronda, de los y de las que cantan en los encuentros y en las romerías, en las concentraciones y pasacalles, porque, aunque no lo  parezca, esa también es la indumentaria del oficio de los cantores y tiene su historia, su porqué y sus razones, y va evolucionando con el gusto de la gente y de los tiempos y también merece la pena hacerle un huequecito en estas páginas de “Nuestro Folklore”.

Ronda La Alegría. Foto: José Antonio Alonso.

La cuestión empieza cuando surge la pregunta en el grupo: ¿De qué vamos a ir vestidos para la actuación de mañana?. Porque, claro, no es lo mismo una ronda por las calles que un concierto de un coro en una iglesia, un grupo de gaiteros que una charanga de ferias, una muestra de villancicos, que una ronda de mayos…

La verdad es que el hábito puede hacer al monje y les aseguro que hay tendencias que, en esto del vestirse los músicos, llevan evolucionando, desde hace tiempo, y resultan de lo más curioso. En las rondas tradicionales que salen el día de la fiesta de nuestros pueblos, en términos generales, no suele haber uniformidad alguna. No es necesario. Todo el mundo se conoce y cada uno va como le apetece. Otra cosa son los encuentros  de rondas, que últimamente han proliferado  por muchas partes, especialmente en las comarcas donde sigue existiendo una cierta base poblacional –la Alcarria, la Campiña…– 

Aún así, hay grupos que no se plantean para nada el tema o dan libertad a sus miembros para que cada uno vaya vestido como le de la gana. Son el ejemplo más evidente de libertad personal. Ahí caben juntos el caballero impecable,  el pastor con sus alforjas, y la lavandera con su mandil.

Pero no, la mayor parte de los grupos que se plantean una cierta uniformidad, establecen entre ellos  alguna fórmula de consenso. Lo más habitual es que haya sus diferencias estéticas entre varones y féminas, aunque tampoco en esto hay  siempre una división radical. Hay rondas que ya visten de igual modo ellos y ellas. Esto suele ocurrir en la Ronda “La Alegría” o en la de Chiloeches, por poner algunos ejemplos.

Real Zambombada de Atanzón. Foto: José Antonio Alonso.

En los grupos de tendencia folk abunda el pantalón largo oscuro, negro, pero también vaquero, camisa blanca y chaleco. El chaleco es un símbolo de lo folk que sigue vigente. Otros elementos, como el calzón hasta la rodilla, han quedado prácticamente reservados para los grupos de baile, pero el chaleco ha  sobrevivido como símbolo. Hay chalecos negros, pero también de colores, bordados, frecuentemente llenos de pins, insignias y recuerdos de los lugares donde  el grupo ha venido actuando a lo largo de su historia. Y los sombreros y las gorras, sobre todo los sombreros de paño negro,  que dan un puntito  de modernidad. Este tipo de sombrero, antaño masculino, lo llevan también algunas mujeres - Ronda de la Alegría o Real Zambombada de Atanzón. En éste último caso la indumentaria femenina de pantalón, poncho y sombrero se completa con  pañuelo de cuello y cintas de colores para las panderetas. Los hombres lucen el tradicional blusón alcarreño, pero, en vez de sombrero, lucen la clásica boina de toda la vida. Los atanzoneros y atanzoneras no sólo se distinguen por su indumentaria, también tañen instrumentos diferentes: ellos suelen tocar, por lo general, zambombas, mientras que ellas suelen llevar panderetas y otros instrumentos de percusión popular: botellas, hueseras, etc. También los hombres suelen llevar un pañuelo “de yerbas” sobre el cuello.

En la nueva indumentaria de estas rondas tiende a desaparecer un elemento que no solía faltar, hasta hace unas décadas: la faja masculina, normalmente roja o morada por aquello del color de la provincia, en nuestro caso, sustituida ya por el moderno cinturón de cuero. Por otro lado, la facilidad con que se imprime o borda industrialmente la ropa, hoy en día, hace que muchas rondas lleven impresos o bordados los logotipos y nombres de la ronda o asociación. El abaratamiento de los costes de las prendas hace que muchos grupos tengan ropa uniformada distinta para el verano, con camisetas  de manga corta y gorras, distinta de la del invierno con sudaderas, gorras y sombreros.

Ronda de Ruguilla. Foto: José Antonio Alonso. 

Como decíamos al principio, los grupos de baile y las escuelas de folklore han hecho, en  los últimos años, un esfuerzo por documentar y enriquecer su indumentaria, pero muchas rondas y grupos de música “folk” no se sienten sujetos a las normas tradicionales y están evolucionando de forma original y autónoma, adaptándose a las necesidades prácticas  y a los gustos del momento.