Vía muerta

03/07/2020 - 20:17 Javier Sanz

Que el recorte al transporte público en zonas deprimidas se produzca casi al tiempo de la falaz campaña ‘Salimos más fuertes’ es una broma de cómicos mediocres.

La irrupción de la atroz Pandemia que trajo el Coronavirus19 anuló la presentación de la última y concienzuda obra de Juan Carlos García Muela, El tren en Sigüenza  como un oscuro designio. Ahora queda claro, faltaba por incluir un último capítulo que estaba por venir y que acaba de ejecutarse: la eliminación de dos trenes que abren y cierran el paréntesis del día: los del alba y el ocaso. El que te lleva al médico especialista y el que te devuelve con una sentencia o, en su mejor caso, con una receta y unos consejos para ir tirando. 

Para ir tirando en esta España vacía que tanto promocionan huecas cabezas coleteras como solidarizándose con una España eterna que ni saben lo que fue, pues andan en un revisionismo de traca empezando por la propia Transición (escríbase siempre con mayúscula) política española y terminando, aguas arriba, por las pinturas de Altamira que habrá que picar de una vez con punzón animalista ante la barbarie allí representada en crueles escenas de caza pues por mucho que fuera el modus vivendi del hombre primitivo bien podía haberse hecho vegetariano, tía. Mogollón de peña anda en esta feria de la vacía España que se ha montado a costa de la despoblación mirando antes por su futuro que por el de los territorios despoblados, tal que las terminales del transporte público que traza la nervatura que une y coordina un país.   

El asunto no es otro que recetar el mismo jarabe democrático que denostaron –es un decir- en su momento: el recorte de los servicios públicos caiga quien caiga. Y resulta que caen quienes más los necesitan, todos aquellos que por razones varias no disfrutan de una movilidad autónoma sino que tienen que recurrir al transporte colectivo, o sea, numerosos ancianos y discapacitados, también desempleados y, en fin, cualquier ciudadano al que le dé la gana de utilizar aquello que paga vía impuestos directos e indirectos. 

Ni ética ni estética. Que un señor con la preparación y trayectoria de Ábalos, cuyos mayores méritos en la materia, hasta la fecha, son los rendidos en el Aeropuerto de Barajas con nocturnidad y alevosía como mozo de infinitas maletas venezolanas, sea ministro de algo tan serio como ésto, indica el peligro en que se encuentra el país. Que el recorte al transporte público en zonas deprimidas se produzca casi al tiempo que se inserta en los medios de comunicación la falaz campaña “Salimos más fuertes” presupuestada en 5 millones de euros es una broma de cómicos mediocres. Son los nuevos reyes del Monopoly Spain vestidos de mariscales, quitan trenes que unían casas como si en estas no viviera nadie y se retiran a sus predios escoltados como pavorreales. 

Trileros no más. A la alcaldesa de mi pueblo la han desplumado en mitad de la plaza, frente al Ayuntamiento que ganó con un par. Le han pegado el cambiazo: un cromo para encolar, si toca, en el álbum “Ciudades Patrimonio de la Humanidad” a trueque de dos trenes imprescindibles en que los seguntinos bajaban a recolectar el maná de la madrugada. Sigüenza, esa ciudad impagable en la que presumen veranear ilustres políticos y políticas de renta y dieta de a millón, costeadas entre otros por sus vecinos, entra en vía muerta.

De las pedanías y serranías ni hablamos. Entre mani y pose léanse el libro de Juan Carlos García Muela y, si quieren, aprendan que aquel invento transformado en obra no era un prodigio de hierro para impresionar a aldeanos con una cabeza de dragón echando humo por los bigotes sino que por las vías del ferrocarril va y viene la sangre de un pueblo y hasta de una comarca, que toma nota. Hace 170 años y un mal día.