Furor agrovoltáico
Agricultores y propietarios de tierras han comprobado que es más rentable plantar paneles solares que sembrar trigo.
Tras la invasión de gigantescos aerogeneradores en las Castillas y buena parte de la llamada España vacía, Andalucía, La Rioja y hasta Galicia y Cataluña, ha venido para quedarse una plaga de megaparques solares. Según autorizaciones oficiales, ya ocupan más de 50.000 hectáreas equivalentes a otros tantos campos de fútbol.
El paisaje ha dado un cambiazo. Donde antes se recolectaban cereales, uvas o aceitunas ahora se siembran paneles; donde pastaban cabras y ovejas se ordeña al sol, y un mar de espejos brilla hasta donde alcanza la vista por campos de Don Quijote, Azorín, Machado y sus compadres del 98.
Agricultores y propietarios de tierras han comprobado que es más rentable plantar paneles solares que sembrar trigo. Los promotores cuentan con la inhibición de los grupos ecologistas y el apoyo del Gobierno, lanzado en la carrera de las renovables, de las comunidades autónomas y ayuntamientos, que perciben al menos ingresos por recalificaciones y licencias de obra.
Los tocados por esta fiebre agrovoltaica planean extenderla mediante bloques flotantes hasta embalses y pantanos. En Valencia se cubrirán con paneles todos los nichos de los cementerios municipales, lo que dará lugar a “la planta fotovoltaica urbana más grande de España”, se vanagloriaba un concejal del ramo. Quizá para ayudar a combatir el frío a los difuntos. Ya puestos, podrían instalarse en ermitas, iglesias y catedrales, románicas e incluso góticas.
En nuestra provincia hay ya más de 3.000 hectáreas instaladas o casi. En Almadrones, famoso por su mítico Hotel-Área 103 en la N-II, se están construyendo dos megaplantas con 140.000 módulos. Se están montando otras por las riberas del Tajo y Tajuña.
Al Señorío no han llegado todavía. Todo se andará si encuentran fincas idóneas y rentabilidad. “Si fuera algo bueno se lo quedarían en Madrid, Barcelona y Bilbao”, sentenciaba un paisano a la llegada de los molinos.