
Hermano Lince
Los gobernantes de Castilla-La Mancha llevan tiempo apostando por la protección del lince ibérico. Han decidido soltar de los centros de cría en cautividad más ejemplares en las provincias de Cuenca y Guadalajara.
La región lidera con Andalucía la atención al bello felino, ágil, rápido, fuerte y metáfora en humanos de la astucia y la inteligencia. Suma 715 ejemplares, un tercio de los censados en la Península.
Bautizados y monitarizados pueden ascender por las empinadas cuencas del Tajo y Tajuña, atravesar las ásperas parameras o colarse al Señorío por la Serranía de Cuenca.
Con el tiempo enfilarán por los tortuosos Camino del Cid o el GR 66 como modernos senderistas, rumbo a las vegas con plácidas aguas, singulares hoces y cálidas solaneras de los ríos Cabrillas, Arandilla, Tajo, Gallo, Piedra y Mesa. O a la Dehesa de Hinojosa y los sabinares labreños coetáneos, cuentan, de los dinosaurios.
Pronto tendremos alguno empadronado en Aragoncillo, Orea, Molina, Tortuera, Tartanedo, La Yunta, Mochales, Villel y Algar de Mesa, Calmarza, Jaraba… Tienen dónde elegir.
Un colega andaluz envidiaba al sagaz animal cuando en 2007 recibió protección legal en Castilla-La Mancha y Portugal. Además de Extremadura y la pionera Andalucía, donde se había acantonado en Doñana y, cual Curro Jiménez, en Sierra Morena.
Sacando su vena poética, el compañero anhelaba su hermosura y libertad de ver, respirar, olisquear, deambular, comer, sembrar vida y poder vagar sin rumbo por bosques centenarios y la vasta superficie de sendas, veredas y caminos trillados que pisaban los viejos iberos de nuestra milenaria península.
En tiempos de neonacionalismos trogloditas y crisis mundiales, el lince pasa de banderas, fronteras y de que nadie le pregunte de dónde vienes, a dónde vas y qué eres. Tampoco tendrá fácil, cierto, su manduca preferida, el escaso conejo, con competidores voraces como zorras, águilas y escopetas.