La medida del tiempo
La organización y la gestión del tiempo, del calendario anual y de la vida cotidiana son aspectos muy esclarecedores de la cultura de nuestras comunidades.
Noviembre, dichoso mes: /empieza con los Santos, / media en san Eugenio y acaba en san Andrés. Este refrán nos ayuda a situarnos en la organización del mes, que, efectivamente, según el santoral católico, empieza con la fiesta de Todos los Santos, dedica el día 15 a san Eugenio y termina con san Andrés (día 30). Nos encontramos pues ante un ejemplo de la organización del tiempo por la Iglesia Católica que, desde tiempos paleocristianos, viene dedicando los días al recuerdo de sus santos y beatos. Antiguamente era habitual bautizar a los recién nacidos con el nombre del santo del día en que se producía el feliz acontecimiento, y sigue siendo normal la práctica de felicitar a nuestros familiares y amigos el día de su “santo”.
Nuestro calendario es un reflejo de estas historias y tradiciones, que incluyen también la celebración de los distintos momentos de la vida de Jesús, de la Virgen, etc., aunque el tema es más complejo de lo que pueda parecer a simple vista, pues los calendarios astrales -solar y lunar- y, en nuestro caso, la sucesión de las estaciones, están en la base de la conformación de nuestro almanaque. Pero hasta el propio transcurrir del tiempo solar se llega a identificar con los santos del santoral. Para los Reyes/ lo notan los bueyes (los animales ya notan que ha aumentado el día). Por san Blas una hora más. O (Por san Sebastián/ una hora cabal) (el día se alarga ya una hora más). En nuestra Campiña agraria he oído decir también: “Por san Matías/ igualan las noches con los días/ y cantan las gollorías;/ y le dice la oveja al pastor:/ llévame por buenos pastos/ y te criaré buen cordero.” (sic).
Ayuntamiento de Cantalojas, con su reloj municipal. Foto: José Antonio Alonso.
También la luna -con sus fases- tiene su peso importante en nuestras celebraciones. El Domingo de Pascua se celebra el domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera en nuestro hemisferio. De esa fecha depende la fijación de la Cuaresma, del Carnaval, la Ascensión, Pentecostés, el Corpus y otras fechas festivas. Decía mi abuelo que “La luna de octubre/ a siete descubre”, indicando con ello, probablemente, que el estado del tiempo meteorológico de la luna llena de ese mes ayudaba a predecir el tiempo en las lunas llenas de los 7 meses siguientes.
Pero muchas fechas festivas tienen que ver, por estas latitudes de larguísima historia, con la existencia de rituales precristianos, que la Iglesia, posteriormente, hizo coincidir con fiestas cristianas. Ese sería el caso de la Candelaria, san Juan o la propia fiesta de Todos los Santos, por citar sólo algunos ejemplos. Las sociedades agrarias, vinculadas a los ciclos naturales, relacionaban el estado del tiempo meteorológico con los nombres cristianos: La lluvia en san Juan /quita vino y no da pan. O este otro dicho: Para los Santos/ la nieve en los cantos. El cambio climático ha venido a alterar todas esas seguridades reflejadas en refranes y sentencias. También el santoral marcaba la actividad agrícola y ganadera: Por san Antón, la gallina pon / y sino pon: retortijón. Para san Andrés, mata tu res,/ grande, pequeña/ o como es. Para Todos los Santos, / siembra trigo y cogerás cardos. Otros muchos acontecimientos sociales llevan también el nombre del santo o santos del día: este sería el caso de la Feria de san Matías, en Tendilla, o las de san Simón y san Judas, en Cifuentes.
Campanario de Bujalaro con reloj. Foto: José Antonio Alonso.
Evidentemente, no todas las fiestas tienen que ver con lo dicho hasta ahora, puesto que celebramos también otras muchas que podríamos nombrar bajo la denominación de fiestas “civiles”: la Fiesta Nacional, la de nuestra Constitución, etc., pero es indiscutible el peso de la influencia religiosa en nuestro calendario.
También la vida cotidiana estaba marcada por la ordenación del tiempo desde la mentalidad religiosa; por supuesto en el caso de las personas que vivían y viven bajo las reglas de las órdenes religiosas, pero también en el caso de la mayoría seglar. El sonido de las campanas marcaba la vida de toda la sociedad, no solo de los creyentes. Es cierto que muchos de los toques de campana emitían mensajes de carácter laico, pero una gran parte de los toques tenían carácter religioso: los distintos toques de oración y otros muchos usados, todavía, para convocar a actos y ritos religiosos, etc.
La ordenación y regulación del tiempo no era, ni es una cuestión baladí, por el contrario, todos coincidimos en darle la mayor importancia: ya se sabe que “el tiempo es oro” -no se puede expresar con mayor contundencia el valor del tiempo-. Hay un tiempo “civil” de relojes, carillones y campanas, presente en la arquitectura, en las torres y edificios públicos laicos -ayuntamientos, edificios municipales, etc.-, y hay un tiempo “religioso” regulado desde los campanarios, por simplificar la cuestión; aunque, en nuestra historia y en la de muchas otras sociedades, el poder religioso era y es tal, que empapaba y aún condiciona muchos aspectos de la vida civil. Por eso muchas torres de las iglesias, además de tener campanas, tienen también relojes y artilugios para organizar los tiempos de la sociedad civil.
Reloj de sol en las antiguas escuelas de Robledo. Foto: José Antonio Alonso.
La historia de las reivindicaciones laborales de la humanidad va unida, en gran medida, a la de la conquista de mayores cuotas de tiempo disponible. Los avances tecnológicos pueden posibilitar el aumento de nuestro “tiempo libre” y la mejora de nuestra calidad de vida.
i (San Matías se celebraba antiguamente el 24 de febrero, fecha en que, efectivamente, igualan las noches con los días. Actualmente se celebra el 14 de mayo. Las “gollorías”, según nuestros informantes, es una denominación popular referida a unos pájaros pequeños que andan a saltitos (Malaguilla), aunque también significan los cantos de los pajarillos (Robledo).