Nadie es poeta en su tierra

19/03/2021 - 10:40 Jesús de Andrés

Desde los años noventa, hasta llegar a nuestros días, la poesía se ha desarrollado en una doble dimensión: la promovida por las instituciones, por un lado, y las actividades de una sociedad civil local. 

En Guadalajara, como en el resto de España, la guerra civil supuso para la poesía un quebranto incalculable. Mientras José Herrera Petere emprendía el camino del exilio, Miguel Alonso Calvo se adaptaba al otro exilio, el interior, camuflando su nombre tras el de Ramón de Garciasol para evitar represalias por sus publicaciones previas al conflicto. La poesía alcarreña de posguerra se ubicó entre el conservadurismo formal afín al régimen y la adaptación inevitable a la realidad. Los primeros compartieron una poesía ornamental de reminiscencias imperiales, donceliana, de fervoroso paisajismo localista, impregnada de religiosidad y apego al terruño. Los segundos, también bajo formas clásicas, intentaron dinamizar la cultura local organizando actos literarios y promoviendo publicaciones. A partir de los años 70 una nueva e inquieta generación, la misma que protagonizaría la transición, irrumpió con fuerza alrededor del grupo Enjambre, destacando entre ellos Francisco García Marquina, quizá el de mayor recorrido poético y continuidad en el tiempo, y Fernando Borlán, el último en incorporarse al grupo, de apasionada labor activista entre sus alumnos del instituto Brianda de Mendoza, así como Alfredo Villaverde, Jesús Ángel Martín, Mª Antonia Velasco o Antonio Cerrada, entre otros. A partir de los años 80 se añadieron nombres como los de Carmina Casala, Julie Sopetrán o Jesús Aparicio González, que desarrollaron su propia voz literaria.
Desde los años noventa, hasta llegar a nuestros días, la poesía se ha desarrollado en una doble dimensión: la promovida por las instituciones, por un lado, y las actividades de una sociedad civil local que en Guadalajara tiene una vida cultural mucho más activa y movilizada de la que por sus reducidas dimensiones le correspondería, por otro. Son muchos los nombres propios, pero permítanme que destaque una voz sobre el resto: la de Amparo López Pascual. Poco a poco, discretamente, como es ella, esta autora ha conseguido fraguar una obra equilibrada y consistente. Es una lástima, pese a ello, la poca repercusión que aquí han tenido sus éxitos, como el Premio de Poesía Blas de Otero ganado en 2019. Tiene tres libros publicados (Restos de una ciudad vencida, Ganarse la vida y Ahora soy un pájaro) y en ellos derrama serenidad y reflexión sobre los grandes temas de la poesía, que son los grandes temas de la vida: el paso del tiempo, el amor, el cuestionamiento de lo cotidiano, el dolor, el lento reposo de la existencia… Amparo López Pascual forma parte de un manojo de magníficas poetas alcarreñas junto a Mamen Solanas, Sandra Cebrián, Marta Marco Alario o Gracia Iglesias, entre otras. Coincidiendo con la llegada de la primavera, se celebra este domingo el Día de la Poesía. Hoy, cuando es más necesaria que nunca, Guadalajara, con sus versos, lo va a celebrar por todo lo alto.