Resineros express
Desde hace unos años se prodigan en las Castillas cursos, cursillos y hasta grados de FP sobre el oficio de resinero. Esta tradicional ocupación, transmitida de padres a hijos donde abundaban los pinares, decayó por la supresión de los aranceles de importación y el éxodo rural.
El Ministerio de Agricultura cifró en los sesenta la producción en 50.000 toneladas y en 9.000 los empleados.
La resina, un tesoro natural que se vierte gota a gota en curiosos cuencos enganchados en el tronco de los árboles, se empleaba principalmente como disolvente y diluyente en barnices y pinturas. El progreso técnico ha permitido aplicaciones más valiosas económicamente en la fabricación de aromas, cosméticos, adhesivos, aceites esenciales o disolventes industriales.
La idea de estas enseñanzas, con subvención total, es ofrecer una alternativa laboral a los jóvenes que quieran vivir en el campo y, de paso, frenar la despoblación. La cuestión es contar con suficientes recursos forestales. El Señorío gozaba de ellos en municipios como Selas, Cobeta, Rillo, Corduente, Tobillos, Ciruelos, Mazarete o Riba de Saelices, hasta el incendio de 2005. Su abandono colaboró con la tragedia, junto a imprudencias e incompetencias de todos conocidas.
Cuando se va a buscar níscalos se pueden ver excelentes ejemplares salvados de la quema en el Barranco del Toro (Molina de Aragón), con potes donde se recogía la resina antes de la pandemia. Los pinos regenerados, enanos, no son resinables y las remasas imposibles. Como encontrar resineros autóctonos que enseñen el oficio sobre el terreno utilizando técnicas modernas.
Estos días se ha impartido en Cobeta un “curso de formación para aprender a resinar” en tres jornadas. Si un presidente pudo aprender economía en una tarde, ¿por qué no van a aprender en tres ratos estos alumnos una profesión tan simple como preparar un pino para recoger su resina?