¿Se puede decir hoy en serio qué significa celebrar la Navidad? No se pueden dar recetas generales,pero podemos atrevernos a dar algo parecido a una receta.
Irene se despertó como era habitual en los últimos tiempos: demasiado pronto, demasiado nerviosa, demasiado inquieta...
Qué felices seríamos si la Navidad fuera permanente, y nos diéramos cuenta de esa realidad.
Desde que supe de la personalidad de Juan Bautista Mayno, en Pastrana, su pueblo natal, cada año su memoria se pasea por mi mente representada en imágenes fantásticas.
Por una noche el mundo se detiene para vivir el amor de la familia y de esas amistades sin las cuales no entenderíamos nuestra propia existencia.
Mi belén, caótico y desordenado como el momento actual de nuestro mundo, quiere ser el resumen de nuestra propia existencia: familiar, íntima, pequeña y muy complicada.
El virus sigue ahí, hay que mantener toda la precaución que sea posible, pero no podemos regresar al pasado ni dejar de reconocer los avances producidos.
Nuestra capital y provincia están a la altura demostrando el valor humano de sus hombres y mujeres, la gente que la integran y hacen especial.
En definitiva, la Constitución de 1931, vigente muy pocos años, tuvo la gloria y la tragedia de intentar el cambio social y el progreso, pero la intolerancia y el sectarismo primaron sobre la concordia y el pacto.
María de Molina demostró una indudable capacidad para el gobierno: sagacidad para encontrar la ayuda de la Iglesia, negociar con la nobleza y algo fundamental, que fue conseguir el apoyo de un buen número de ciudades.
Es verdad que en tiempos de pandemia hay que extremar la precaución. Pero también es verdad que la vida hay que vivirla, y ya para dos años que hemos puesto a la juventud al ralentí, sin darnos cuenta de que los momentos no vividos no se van a recuperar.
Hoy en día, tras los sucesivos naufragios del liberalismo partidista, las encuestas que reflejan la cultura política de los españoles coinciden en ese perfil: los españoles somos mayoritariamente celosos guardianes de nuestros derechos y libertades, aspiramos a la igualdad y tenemos siempre recelo del poder.
Los cristianos somos invitados a exteriorizar esta alegría, especialmente durante el tiempo de Navidad.
En el rincón de esta semana vamos a recordar la antigua taberna denominada “La Palma”, la cual estuvo abierta durante muchos años en la calle de Santiago Ramón y Cajal, junto a la Concatedral de Santa María de la Fuente.
En el principio de los tiempos (antes de las inocentadas hispanas), se reunieron varios duendes para hacer una travesura.
¿Hemos pasado página demasiado rápido sin querer saber qué otras consecuencias puede acarrear la pandemia con la aparición de las nuevas variantes del virus (La última Ómicron)?
En la misma víspera de Nochebuena es momento para reconocer el éxito del mundo de la ciencia y la investigación, al que debemos apoyar, de sentirnos orgullosos del ejemplo dado por nuestra sociedad.
No queremos hablar de tristezas pero la situación sanitaria de este año- mejorando el anterior eso sí- hace que al menos resulten agridulces.
Para nosotros la mística es un texto de diálogo, de lo inefable, de amor, de la felicidad, de camino, de la consumación, en el que se supera nuestra elemental lógica.
Lo de Verónica Forqué no es más que un botón de una muestra anónima, silenciosa, de la que los medios hablan muy poco o nada porque viene a ser testimonio de nuestra propia vergüenza, la de una sociedad enferma.