El ciclo que Siglo Futuro desarrolla junto al Colegio de Arquitectos de Guadalajara, el obispado y la UAH desde hace varios años pretende llevar la música y la contemplación a lugares a los que consideramos que merece la pena dirigir una nueva mirada, y sobre los que también se impone una renovada reflexión.
La Semana Santa es un tiempo muy rico en ritos populares y, muchas veces, resulta difícil distinguir dónde empieza y dónde termina la ortodoxia católica y la tradición popular.
Abelardo Gismera Angona, maestro de EGB, cuenta cómo surgió esta iniciativa.
Tenemos una Semana Santa única en toda la geografía nacional. Deparar en ella, es hacerlo en los “Armaos” seguntinos, que no tienen paragón por su peculiar forma de vestir y procesionar.
En el rincón de esta semana vamos a recordar a la Cofradía de la Virgen de la Soledad que saldrá hoy Viernes Santo en la procesión del Santo Entierro. Los primeros datos oficiales de esta Hermandad se sitúan en el año 1573.
Seguramente después de este bachillerato los jóvenes dominen materias útiles pero nunca el aprendizaje será una esforzada aventura con premio como lo fue para sus padres.
Agradecemos el trabajo de las administraciones, cofradías, hermandades y personas que hacen posible esta programación que mantiene viva nuestra cultura tradicional en una Semana Santa en la que confluyen distintas emociones.
Historia, vistosidad, arte, variedad de estilos, belleza, solemnidad, implicación de los vecinos, turismo y solemnidad concurren estos días en los desfiles procesionales de Guadalajara.
Era un fotógrafo silencioso, solitario y sobre todo pasaba inadvertido con su único objetivo de obtener la noticia y plasmarla en los medios de comunicación, entre ellos Nueva Alcarria que tuvo la suerte de disfrutar de su trabajo.
Por imposición de la costumbre y según nos indica el calendario, los católicos que vivimos en la ciudad, pero que somos de pueblo, solemos viajar por estas fechas a nuestro lugar de origen.
Uno recuerda aquellas semanas santas en las que toda actividad un tanto lúdica, y sobre todo en las que estuviera presente la música o el folklore popular era barrida de plano. Resultaban días realmente tristes.
En la mayoría de los pueblos, las amas de casa, con la ayuda de los hombres, encienden después de comer el día de Nochebuena, el llamado “nochebueno”. Es un grueso tronco que permanece en la lumbre hasta que se consume. Artículo publicado el 22 de diciembre de 1964.
Este 18 de abril celebramos el día internacional de los Monumentos, y entre nuestro rico patrimonio está el Palacio de la Cotilla.
En Semana Santa hemos de poner la mirada en tantos millones de hermanos que, en distintos lugares del mundo, sufren o mueren a causa de la guerra, del hambre, de la pobreza, de la persecución.
Recuerdo cuando éramos niñas. Siempre solíamos estar calladas en Misa. Hasta que un Jueves Santo, ante el Monumento, tomamos los libros litúrgicos que había en los bancos de la iglesia y decidimos acompañar a los fieles leyendo las oraciones. Aún no habíamos hecho la Comunión.
Tom Lubbock tituló su artículo “¿Hubo alguna vez un dolor como el mío?” porque en ese sufrimiento, en ese relato donde el cristianismo hace su gran aportación a la construcción de lo que hemos dado en llamar Occidente, concurren el arte y la fe, y se manifiestan los límites para enfrentarse al dolor.
La adulación está unida a la necedad: el enchufado alaba para sobrevivir, mientras que el apto pide oportunidades, no enchufe.
En este escenario, con sensibilidad, responsabilidad y serenidad debemos hoy ser lo más positivos posible y ampararnos en lo bueno que está pasando como es, por ejemplo, la recuperación de la Semana Santa.